Porque 100 años no se cumplen todos los días, excepto si te llamas Olivia de Havilland y también formas parte del olimpo del cine, queremos felicitar a Issur Danielovitch Demsky. Dicho así puede que no os suene nada, pero ese es el nombre real del mítico actor que fuera Espartaco, Van Gogh, el ballenero Ned Land de 20.000 lenguas de viaje submarino o el coronel Dax de Senderos de gloria, por citar solo algunos de sus trabajos más memorables. Óscar honorífico en 1996, Kirk Douglas fue un actor comprometido con el cine y con sus ideas, algo de lo que dio buena cuenta al embarcarse en una producción como Espartaco, que contó en el guion con Dalton Trumbo, guionista perseguido por el macarthismo.
Hoy queremos recordarle con uno de sus papeles más despreciables, el del periodista Chuck Tatum en la casi olvidada película El gran carnaval de Billy Wilder, un clásico que siempre recomendamos fervientemente, más aún en estos tiempos que corren. El artículo original fue publicado en el número especial 20 aniversario de la revista Versión Original.
Muchas felicidades Kirk, y gracias por habernos regalado tan buenos momentos!!
Muchas felicidades Kirk, y gracias por habernos regalado tan buenos momentos!!
El gran carnaval o cómo convertir un accidente en un circo mediático
Por María José Agudo
"Un
accidente es el punto de partida de El
gran carnaval (The big carnival o Ace
in the hole, 1951), una película adelantada a su tiempo y que resulta más
actual que nunca. En su día fue un fracaso absoluto para su director y
productor Billy Wilder, quien siempre se quejó de que no le dieron una
oportunidad. Nada en ella fue fácil. El director de El apartamento se había separado de su viejo colaborador Charles
Brackett y se buscó uno nuevo, Walter Newman. Con la ayuda de un antiguo
periodista llamado Lesser Samuels ambos dieron forma a una trama retorcida y
mordaz que coquetea con varios géneros como el cine negro. Ahora, cuando han
pasado más de 50 años es fácil reconocer en ella una lúcida y despiadada
crítica a la prensa, en concreto al tratamiento que se le da a ciertas noticias
por parte de los medios de comunicación. Según Wilder[1] su
poco éxito se debió a que era muy sombría. La prensa se hizo la sueca y no se
vio identificada, y el público la rechazó. Quizás los espectadores no quisieron
reconocer su parte de culpa, y admitir que en mayor o menor medida nos gusta el
morbo y el amarillismo. Disfrutamos con las malas noticias que le suceden a
otros. Sí, con las malas, porque como dice el cínico protagonista de esta
historia: “las noticias buenas no venden
periódicos”.
Inspirada
en una historia real de un periodista que se aprovechó de un accidente similar,
El gran carnaval trata por encima de
todo de la mezquindad del ser humano, personificada en la figura de un periodista
ruin. Ya en la presentación de este espécimen en cuestión -una de las más
feroces del cine de Wilder- se nos revela la personalidad del ambicioso Chuck
Tatum, interpretado de forma magistral por Kirk Douglas. Para Tatum conceptos
como la ética, el rigor, la objetividad… y todo eso que se aprende en la
facultad son paparruchadas. Cuentos chinos para novatos o para pardillos
decentes como el editor del periódico de Nuevo México, su último jefe. Para los
tipos como él, que no han pisado una escuela en su vida pero se conocen la
profesión al dedillo, los escrúpulos no cuentan a la hora de conseguir una
buena exclusiva. Él mismo se vende con un eslogan que dice mucho de su
profesionalidad: “Sé tratar todo tipo de
noticias y si no las hay, le muerdo a un perro”. Asqueado en el Sun Bulletin de Alburquerque, Tatum busca
como un perro de presa destapar algo gordo con lo que se vendan millones de
ejemplares, algo que le haga regresar a Nueva York. Su meta es volver a pisar
la alfombra roja de los reporteros, y poder burlarse de las once cabeceras que
ya le han despedido.
Y la noticia gorda por fin llega
Camino
a cubrir un evento que él considera de paletos, Tatum y su joven compañero de
la redacción se topan con la “noticia”. En la montaña de los siete buitres, un lugar
considerado sagrado por los pocos indios que quedan aún por la zona, ha quedado
atrapado Leo Minosa (Richard Benedict). Como si de un ajuste de cuentas se
tratase, Minosa cree que los culpables de su infortunio han sido los espíritus
que poblaban en esa cueva hace más de 400 años, los cuales le han castigado por
robar objetos de valor. Ignora Minosa que en esta vida hay que cuidarse más de
los vivos que de los muertos. Así, cuando Chuck le hace su primera visita el
espectador ya adivina que sus intenciones de ayudar no son claras. Tatum sabe que
para alcanzar la fama hay que ser lo suficientemente hábil o “embustero” como
para mantener el interés del público. Y por eso no duda en utilizar su
influencia para retrasar el plan de rescate del accidentado. Debe “alargar la
noticia” todo lo que pueda y monopolizar la cobertura del siniestro. Solo así
logrará recuperar el prestigio perdido.
En
principio, el plan puede parecer descabellado y más propio de un asesino en
potencia que de un comunicador. Pero la película es visionaria por muchos
motivos, como por ejemplo en la recreación del circo mediático que se genera
alrededor de la zona del accidente. Cientos de coches venidos de todo el país
peregrinan hacia el lugar del desastre. Y allí, en una especie de parque
temático que tiene hasta noria, acampan miles de personas durante los días de
rescate, mientras suena una y otra vez una canción machacona dedicada a la
víctima. La cobertura del suceso tiene un tono entre serio y lúdico. Justo como
ocurre ahora en muchos espacios informativos. Me viene a la memoria un suceso
similar, el de los treinta tres mineros chilenos que quedaron atrapados en la
mina de San Juan durante 69 días. La operación de rescate fue diseñada con la
ayuda de la NASA y seguida en directo por unas 1.000 millones de personas todo
el mundo.
Volviendo
a la película en cuestión. Es curioso como no encontramos en El gran carnaval un solo personaje
cómico aunque sí haya diálogos ingeniosos y corrosivos al gusto de Wilder. En Conversaciones con Billy Wilder, un
libro que no me canso de leer, Wilder reconoce que no hizo simpático al
personaje de Kirk Douglas, pero sí interesante, casi fascinante llega a decir. Lo
cierto es que las pocas buenas personas que aparecen en la historia son
apisonadas por el egoísmo y el arribismo que destilan tipos como Tatum, el
sheriff corrupto y la esposa de Leo Minosa, la mujer fatal que interpreta Jan
Sterling y en la que merece la pena detenerse. Este personaje femenino es el reflejo
del propio protagonista. Una advenediza que no duda en sacar partido del
accidente y que queda retratada en el brutal diálogo en donde Kirk Douglas le
pregunta si no va a ir a la iglesia (a rezar por su marido) y ella responde que
nunca va a la iglesia porque si se arrodilla se le deforman las medias. Una
frase que por cierto se le ocurrió a
Audrey, la esposa de Wilder.
El
tiempo ha puesto en su sitio a El gran
carnaval y su lectura sigue más viva que nunca. Cierto periodismo sigue
golpeando al estómago, alimentando exclusivas y generando carnaza para un
público sediento de malas noticias. Las recomendaciones de Chuck Tatum siguen
siendo un filón, aunque a él le costaran la vida. "
Gran artículo y excelente redacción, un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias por leerlo. Saludos.
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