La semana pasada nos dejó un cineasta que si bien no fue muy prolífico (solo dirigió siete filmes a lo largo de su carrera) ha dejado huella en el cine. Nos referimos a Michael Cimino (1939-2016), director estadounidense con fama de maldito tras el fracaso que supuso la colosal La puerta del cielo (Heaven´s gate, 1980).
Hemos querido rendirle un pequeño homenaje recordando una de sus mejores obras, El cazador (The deer hunter), y para ello, le hemos pedido permiso a José Manuel Rodríguez Pizarro para publicar un excelente texto que apareció en el número 200 de la revista Versión Original.
El cazador, una epopeya sobre el valor de la amistad y la brutalidad de la guerra
Por José Manuel Rodríguez Pizarro
Hemos querido rendirle un pequeño homenaje recordando una de sus mejores obras, El cazador (The deer hunter), y para ello, le hemos pedido permiso a José Manuel Rodríguez Pizarro para publicar un excelente texto que apareció en el número 200 de la revista Versión Original.
El cazador, una epopeya sobre el valor de la amistad y la brutalidad de la guerra
Por José Manuel Rodríguez Pizarro
Aprovechando este número especial
de Versión Original, he querido
rescatar una excepcional película de finales de los setenta. Se trata de El
cazador (The Deer Hunter, su título original, que se traduciría como El cazador de ciervos), una asombrosa epopeya
sobre el valor de la amistad y la brutalidad de la guerra dirigida por Michael
Cimino, en 1978, y que provocó una lógica conmoción no sólo en su país, Estados
Unidos, sino también en el resto del mundo.
Nos
encontramos ante un canto a la amistad por parte de tres obreros siderúrgicos
de Pennsylvania cuyas vidas quedan maltrechas por su estancia en la Guerra de
Vietnam, un acontecimiento histórico que ha quedado grabado en la menta y la
retina de millones de norteamericanos y que tuvo un impacto en su
cinematografía, llegando a convertirse en un subgénero bélico. Así, podemos
destacar títulos memorables que tiene como eje esta guerra como es el caso de Apocalypse Now, La chaqueta metálica, Platoon, Nacido el 4 de julio y Cuando éramos soldados, entre otros. El cazador, sin embargo, es algo más que
una historia brutal, compleja y dramática sobre la Guerra del Vietnam –además
de una de las primeras películas que abordó el siempre espinoso asunto de este
conflicto bélico, realizada solo tres años después de que el último soldado
norteamericano abandonara Vietnam. Supone, a mi juicio, una monumental obra
acerca de los estragos de una batalla absurda, muestra de cuan bajo puede caer
la condición humana.
Una
de las razones de su grandeza radica, quizá, en su difícil catalogación ya que
es un poderoso y terrible drama, y, a la vez, puede incluirse en la tradición
del cine bélico, sin alejarse del drama social ni del cine clásico estadounidense.
A El cazador le ocurre lo que a las
grandes obras del cine y la literatura: no pasa el tiempo por ellas porque trazan
cuestiones vitales constantes: la amistad, el sinsentido de la guerra o la
certeza de la muerte. Y, lo más importante, lo hacen a través de personajes auténticos,
creíbles, verdaderos, algo reservado a la no muy extensa nómina de creadores
con talento.
La
cinta narra la historia de tres amigos, trabajadores del acero en la América
profunda, que se alistan como voluntarios para ir a la Guerra de Vietnam. Días
antes asisten a la boda de uno de ellos, Steven (John Savage), mientras que, al
mismo tiempo, observamos cómo Michael Vronsky (Robert de Niro) se enamora de
Linda (una jovencísima Meryl Streep), la novia de Nick Chevotarevich (Christopher
Walken), el tercero de los amigos. La boda, y el posterior día de caza,
supondrá para los amigos un punto de inflexión en sus vidas, que sufrirán un
revés con su marcha a Vietnam. Ya nada será igual…
Durante
sus casi tres horas de metraje, el espectador no queda al margen de duras escenas
en las que se ve cómo la vida está pendiente del ritmo que marca la ruleta
rusa, un nefasto juego que se ha utilizado, con desigual fortuna, en cintas como
Live! (2007), de Bill Guttentag, o la
española Airgbag, dirigida por Juanma
Bajo Ulloa en 1997. La inclusión, por parte del director, de la ruleta rusa no
es, en absoluto, un recurso banal pues se decía que era una tortura que se
practicaba a los soldados americanos, a quienes, según parece, se les obligaba
a cargar el tambor de un revólver con una bala para que se lo pasasen de uno a
otro hasta que el azar elegía a su víctima. Numerosas críticas le llovieron a
Cimino por esas imágenes puesto que muchos expertos en Vietnam aseguraron que
esa tortura jamás se practicó por parte de las fuerzas militares del Vietcong.
Polémicas aparte, casi nada resulta gratuito en El cazador, ni siquiera esos terribles momentos en los que la vida
parece que vale tan poco, que nos sobrecogen y nos convulsionan. Todo ello se sitúa
en un cierto paralelismo entre la inmensidad de las montañas de Pennsylvania –parajes
donde residen los tres protagonistas y en los que los amigos van de caza, rifle
en mano, con el deseo de matar ciervos– y los paisajes del sudeste asiático,
escenario donde, en el fragor de la guerra, son sometidos a un terrible juego
que deja en ellos terribles secuelas. Después, nuestro protagonista, Michael (el
“gran cazador”), tras haber presenciado la muerte tan de cerca en Vietnam, se
siente incapaz de acabar con la vida de un gamo…
El
regreso de Michael –uniformado y plagado de distinciones que le convierten en
un héroe–, a su localidad, nos recuerda a un Ulises que, tras mil vicisitudes
en la Guerra de Troya, en este caso de Vietnam, vuelve a su pueblo y encuentra
a su Penélope. Nuestra heroína de paciencia infinita, Linda, ha tejido un
jersey para su novio Nick, pero, casi segura de su complicado regreso, cree que
puede servir para Michael. Las fuentes homéricas adquieren aquí, por tanto, una
clara influencia en el devenir de la narración.
El regreso de Michael –uniformado y plagado de distinciones que le convierten en un héroe–, a su localidad, nos recuerda a un Ulises que, tras mil vicisitudes (...) vuelve a su pueblo y encuentra a su Penélope.
Cimino, De Niro y Meryl Streep |
El regreso de Michael –uniformado y plagado de distinciones que le convierten en un héroe–, a su localidad, nos recuerda a un Ulises que, tras mil vicisitudes (...) vuelve a su pueblo y encuentra a su Penélope.
Para
el realizador Michael Cimino, El cazador
fue un proyecto muy personal –tras haber debutado en la dirección con Un botín de 500.000 dólares, una cinta
de atracos protagonizada por Clint Eastwood–, hasta el punto de involucrarse
también en labores de guion y producción. Los tres protagonistas, Robert de
Niro, Christopher Walken y John Savage, bordan sus respectivos papeles, hasta
el punto de que Robert de Niro –que preparó su papel mezclándose con obreros
metalúrgicos de verdad– lo ha reconocido, en varias entrevistas, como su mejor
trabajo interpretativo. La Academia de Hollywood tampoco se quedó atrás al
valorar el trabajo de los actores y premió a Christopher Walken con el galardón
al mejor actor secundario, absolutamente impresionante en los planos en los
que, ya enloquecido, juega a la ruleta rusa en Saigón. Pero no fue el único
premio cosechado; también obtuvo otros cuatro Oscar de los nueve a los que
estaba nominada, entre ellos los de mejor película y mejor director. Se
convirtió en la película de las Navidades de 1978 y entusiasmó por igual a
público y crítica.
La
cara triste del rodaje lo protagonizó un secundario de lujo, John Cazale (que
interpreta al impulsivo y temerario Stan), a quien, pese a su efímera carrera,
hemos podido ver en las dos primeras partes de El Padrino, así como en La
conversación (Francis Ford Coppola,
EE.UU., 1974) y Tarde de perros (Sidney
Lumet, EE.UU., 1975). A Cazale –por entonces pareja de la actriz Meryl Streep,
que interpreta el papel de Linda–, le diagnosticaron un cáncer terminal poco
antes de empezar a grabar. El director Michael Cimino cambió las fechas de
rodaje con el fin de filmar todas sus escenas primero. Completó todas ellas pero
falleció poco después, el 12 de marzo de 1978, antes de que la película fuese
terminada.
Como
broche de oro no hay que olvidar su banda sonora, de Stanley Myers, y un tema
dramático, Cavatina, una melodía conducida
por guitarra española que es el eje musical del filme y con la que el
compositor expresó la desolación y tristeza dominantes. Trágica, bella y de
obligado visionado, El cazador se ha
convertido en una obra imprescindible para el buen cinéfilo que forma parte de
una época, los años setenta del siglo XX, en la que una serie de películas se erigieron
como portavoces de la conciencia, la crítica y el dolor norteamericanos, una
nación que, por desgracia, y como tantos otros imperios, ha construido su
sociedad, en parte, gracias a la guerra.
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