Siempre que el terror se asoma por este blog recurrimos a nuestro colaborador Joaquín Vallet, escritor y crítico cinematográfico que de este género ha escrito hasta enciclopedias. Joaquín fue jurado de la crítica en el último Festival de Sitges donde pudo ver la película australiana Babadook (The babadook), la misma que se hizo con el Premio del Jurado de dicho festival. Aprovechando el estreno, le hemos pedido que nos escriba sobre ella. Y él como siempre, accedió encantado. Cómo nos gusta pasar miedo.
Por Joaquín Vallet
The Babadook es la extensión del extraordinario cortometraje Monster, dirigido por la propia Jennifer Kent en 2005. Ambas piezas, de hecho, acaban conformando un cuerpo común interesante de ver ateniéndonos a sus comunes intenciones. La relación materno-filial, la completa cerrazón de los personajes en su propio cosmos y cómo este acaba resultando cada vez más turbio y hostil, así como la presencia de una serie de “monstruos” que, en el fondo, actúan como materialización de miedos y traumas aún no superados, acaban conformando un díptico de poderosa personalidad y notable destreza cinematográfica aunque, en este caso, la concisión del formato cortometraje adquiera mayor nivel cinematográfico que su conversión en largo.
Sea como fuere The Babadook es, sin duda, una de las piezas de terror más estimulantes que se hayan estrenado en los últimos años. Y lo es, básicamente, por su voluntad de quebrar determinados elementos propios del género y ofrecer una mirada propia sobre el mismo que tiene, sobre todo, en el Roman Polanski de Repulsión (Repulsion, 1965) su más claro referente. Porque The Babadook no es una historia sobrenatural ni tampoco un perverso cuento de monstruos nocturnos, sino una pieza que ofrece los últimos grados de un estado psicótico que ve la necesidad de plegarse sobre sí mismo y batallar contra sus fantasmas. De esta manera, la mirada de la cineasta se adentra en la protagonista provocando que la película adquiera sus mismas sensaciones y derivas.
Repulsión, referente de Babadook |
Drásticamente fragmentada en dos partes muy distintas (tal y como también lo estaba la citada obra de Polanski), el aparente choque que se da en el primer bloque entre lo racional (la madre) y lo irracional (el niño) va mutando progresivamente, fundiendo y confundiendo ambos elementos sin que, al final, ninguno de ellos pueda prevalecer sobre el otro y todo quede envuelto en un aura de perpétua oscuridad, delimitada en los intramuros de la casa en la que habitan y que, en el fondo, oculta terribles hechos pasados que deben permanecer ocultos en el subconsciente: ese sótano en el que queda confinado, aletargado todo lo que no debe salir a la luz pero que, al mismo tiempo, no hay posibilidad de eliminar. The Babadook, por todo ello, no se sirve de las líneas más convencionales del género de terror, sino que sabe valerse de algunas de ellas para dar forma a lo que, en esencia, es la exposición de una crisis íntima, originada por todo tipo de presiones externas.
Cierto que The Babadook tampoco es una película perfecta. Su desarrollo peca, ocasionalmente, de caprichoso y no pocos de los resortes utilizados en su tercio final dilatan en exceso el avance del film, amén de sumirlo en una especie de desorientación conceptual que acaba pasándole factura en determinados momentos. Algo, sin duda, provocado por el origen del film (un cortometraje, recordemos) y el hecho de que sea una historia necesitada de una perspectiva mucho más clara, habida cuenta de que acaba cerrándose sobre un único personaje. A pesar de ello, es un film de notables resultados, tanto por su singularidad como, sobre todo, por su valentía.
Lo mejor: Essie Davis
Tengo unas ganas terribles de acudir al cine a verla.
ResponderEliminarMerece la pena, es una película con personalidad, que huye de clichés, y que tienes unos personajes complejos y bien definidos. Un terror más psicológico que sobrenatural.
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