Cinema Paradiso, el clásico de Giuseppe Tornatore que se estrenó en 1989, ha
cumplido 25 años y se ha vuelto a reponer en más de 100 salas de nuestro país. (listado
de cines donde puede verse). Motivo más que suficiente para que en esta
ocasión, como ya hicimos con Guerra Mundial Z, os traigamos otro duelo
dialéctico. En esta ocasión, de nuevo soy la defensora ya que nuestro invitado, Alberto Magariño, no se corta y la despelleja sin
ningún ápice de sentimiento. De paso aprovechamos para preguntaros, ¿es una
película sobrevalorada o por el contrario, es el mejor homenaje que se ha
hecho al séptimo arte?
Anda la muchachada cinéfila enfervorecida, con
lagrimitas que asoman por la comisura de sus lindos ojos, el corazón arrobado y
la intensidad a flor de piel, por la conmemoración de los 25 años del estreno
en cines de Cinema Paradiso, segunda película del director italiano Giuseppe
Tornatore, realizada con apenas 23 años. Todos estos laudos recordatorios sobre
la grandeza de esta obra están llenos de imágenes con bonitos fragmentos
de su emotiva banda sonora a cargo del maestro Ennio Morricone: la cándida mirada
del niño Totó al descubrir su amor por el cine; las frases de Alfredo, el operador
de la sala de cine del pueblo; el recuerdo lacerante de ese imposible amor
juvenil; y demás escenas míticas de la peli. Añaden siempre estos laudos como
colofón el Oscar a la
Mejor Película Extranjera en 1989 como patente de corso de
obra maestra absoluta. Todo muy bonito y cinéfilo, sí, pero en mi caso hay algo
grave que me ocurre con Cinema Paradiso: no la soporto.
Iremos al grano, lectores de Cine en Conserva que
estáis a punto de obligarme a ver todas las pelis de SAW como castigo a mi
osadía al criticar este film. Cinema Paradiso es una película falsa e
impostada. Se basa en unos recuerdos que son de risa si uno los trasladara a la
vida real. A ver, os recuerdo cómo empieza la peli: un atractivo y maduro
director de cine con mirada de agotamiento perpetua ante la vida, hastiado de
tanto éxito, aburrido de follarse a jovencitas en su casoplón en Roma (a una se
la ve dormitar desnuda en su cama), cansado de ganar dinero a mansalva (cortometrajistas
del mundo, dejadlo ya, porque esta tristeza de vida es lo que os espera en el
futuro), y… ¡Ohhh, qué sorpresa! El director maduro recibe una extraña llamada
de alguien cercano en su pasado, pero remoto en su aburridísima vida de éxito
actual, que le dice que un tal Alfredo ha muerto y que tiene que volver a casa.
¡¡Ya está!! Por arte de birlibirloque, a base de flashbacks se desata la
intensidad, la ternura, el pasado de risas, los recuerdos idílicos de la niñez,
el prohibido amor juvenil, la adolescencia de rupturas y suelta de amarras con
los anclajes vitales y la lucha por un sueño. ¡¡Venga ya, Tornatore!! Si tú
cuando hiciste la peli sólo tenías 23 años. Falso, más que falso.
Tornatore
cuenta el pasado con un aire blandiblú y empalagoso emocionalmente, para jugar
con el espectador en todo momento, y volver al presente a cada poco con la
presencia sempiterna de la muerte de ese ser tan querido y la triste realidad
en la que viven aquellos que abandonó (cosa normal cuando la gente envejece,
que están viejos) y el halo meditabundo y reconcentrado en su yo interior de
ese director fucker y exitoso, que 30
años antes, fue el dulce niño Totó. Hasta las desgracias del pasado (el
incendio del cine, la ceguera del Afredo) tienen el tamiz de ser tiernos, como si
fuera una simple discusión de osos amorosos. Todas las lágrimas, el amargor
ante los embates de la vida y el drama están en el presente. El pasado sólo recoge
risas, travesuras de niños, historias de pueblo (el cura, el nuevo rico que
restaura el cine, etc.) y anécdotas cinematográficas y, si acaso, hay algo de
leve tristeza en ese imposible amor adolescente. Pero no pasa nada, son
adolescentes y ya se les pasará.
Hay un intensísimo misterio sobre dónde estarán los
besos más ardorosos de las películas proyectadas en el cine del pueblo, que
fueron cortados en el pasado por Alfredo por orden del cura del pueblo.
Misterio que tendrá su resolución al final de la peli con nuestro hastiado director
maduro. Ese final de los besos robados suele ser el causante de la catarsis
absoluta de llantina entre los intensitos cinéfilos de pro. Por lo visto,
Tornatore se adelantó unos añitos a Shyamalan en esto de las trampitas y
sorpresas finales que nadie se barrunta durante el transcurso de la película. Si
para algunos El Diario de Noa es la película romántica por antonomasia, Cinema Paradiso será entonces el súmmum de lo entrañable. Ambas son igual de
insoportables.
Siendo una película normalita, el gran éxito de Cinema
Paradiso se basa a mi juicio en cuatro pilares fundamentales, que hacen que
gente que quiero y admiro, caiga incomprensiblemente rendida ante ella:
- La magnífica e inspirada partitura de Ennio Morricone, con un tema central que mueve al espectador a mirar al pasado con cariño
- La inmensa interpretación de Philippe Noiret como Alfredo, que sabe trazar un personaje único a través de sus gestos y palabras. Un auténtico amante del cine, capaz de ser cascarrabias y tierno a la vez, pero cuya pasión por el 7º arte empatiza fácilmente con el propio espectador.
- Y es esta pasión por el cine, la auténtica protagonista de la película. Es muy raro que una peli que hable con las entrañas del propio cine sea mala o no provoque emociones en el público. Las pelis que hablan sobre el cine siempre tienen algo. Uno tiende a ser más condescendiente con ellas y si ya utilizan los artificios de niño encantador + música para el recuerdo + viejo como maestro y mentor, pues las defensas se resquebrajan y pasa lo que pasa, que uno se vuelve blandito y Tornatore te la cuela.
- Y por último, la buena y torticera mano de Tornatore para engañar y mangonear al espectador más sensiblero.
En Cinema Paradiso el pasado es happyflower y el
presente es un holocausto nuclear. No hay grises. Todo son brochazos de blanco
y negro. Tornatore con 23 años no sabe ser sutil, le faltan experiencias
vitales, es imposible que un jovenzuelo de su edad las tenga, por lo que
utiliza recursos de empollón para disimular sus carencias. Y eso es algo que él
sabe perfectamente, por eso a lo largo de su carrera siempre ha intentado
rehuir de esta peli, de su ausencia de disimulo a la hora de jugar con las emociones
del espectador sin asomo de culpabilidad. Sus dos obras más redondas: El hombre de las estrellas y La mejor oferta esconden amargor y derrota en todos sus
tramos. La vida no es un pasado emotivo y risueño, la vida esconde dureza y
alguna que otra alegría en todas sus fases. Los pasados idílicos no existen.
Los espectadores se aferran a sus propios recuerdos, quieren creer que su niñez
fue tan feliz como la de la película. El público se aferra a su personal
arcadia infantil, aún a sabiendas de que esto no es así, con tal de mitigar los
amargores y durezas vitales del presente. Extrapolamos los descubrimientos
vitales de Totó a los nuestros. Y es por eso, que Cinema Paradiso se me hace
tan insoportable. Yo no quiero vivir de
falsos recuerdos idílicos. Soy responsable de lo que construyo en mi vida. La
coartada de culpar a lo externo sobre mi situación actual es una excusa de
cobardes y pusilánimes. Cinema Paradiso se basa en eso, en la derrota total
en el presente sin posibilidad de redención. Y yo ante eso me niego y me
enfado, porque las pelis tramposas por lo menos deben ser honestas, y Cinema
Paradiso ni tan siquiera lo es.
A favor
por María José Agudo
Queridos
lectores, en primer lugar tranquilícense porque mi defensa va a ser mucho más
corta. Después de tu ataque intentaré explicar porqué esta película, sin ser perfecta, ha
emocionado y seguirá emocionando a espectadores de todo el mundo. Para empezar, habría que agradecerle a Tornatore, que jamás ha podido quitarse el san
benito de ser el aclamado director de Cinema Paradiso, que nos manipule del
modo que lo hizo. Porque amigos, ser manipulado de esta manera tan entrañable es todo un arte,
y algo de lo que no pueden presumir muchos directores. Y compararla con El diario de Noa es casi como equiparar el jamón cocido con el jamón de bellota. Recordemos que además de conseguir el Oscar a mejor película extranjera, Cinema Paradiso también fue Gran Premio del Jurado en Cannes, algo que no creo que esté al alcance de muchas películas lloronas.
Como
bien has dicho, uno de sus pilares y aquello que la hace inolvidable junto con la estupenda banda sonora de Morricone, es que es un auténtico canto de amor al cine. Puede parecer cursi
pero así es, y no solo queda en claro en el magnífico y conmovedor final (el montaje de besos prohibidos) sino a lo largo de toda la cinta. Como bien sabes, el cine es el refugio de muchos de nosotros y en el pequeño pueblo italiano en que transcurre la película, Alfredo (impagable Noiret) es el mago que consigue evadir y hacer soñar a sus pintorescos habitantes. Procedan de donde procedan, ricos y pobres quedan hipnotizados por el poder del cinematógrafo, retratado aquí con cariño y bajo una óptica costumbrista. Y digo yo: ¿Qué hay de malo en verse reflejado en los ojos de Totó en una oscura sala de cine? ¿qué hay de malo en dejar que la nostalgia sea a veces nuestra compañera de viaje? ¿Qué hay de malo en dejarse cautivar por la inocencia de otros tiempos? Pues yo se lo digo, no hay nada de malo. En tiempos de hipermedicación ver Cinema Paradiso es la mejor terapia. Por último, alegaré que en contra de lo que dices, la obra de Tornatore deja un final triste pero feliz, porque el protagonista se ha reconciliado con los fantasmas de su pasado, ha regresado a sus orígenes y lo que es más importante: ha vuelto a abrazar la vida gracias de nuevo al cine. ¿Puede haber un homenaje mejor?
Cartel y trailer facilitado por A contracorriente films, distribuidora de la cinta
Lo siento pero doy con esta entrada y he leído tal sarta de barbaridades en la primera crítica que me he sorprendido. El argumento de que el director solo tenía 23 años cuando hizo la película le hace falto de experiencia, y concluir que la película es falsa es simplemente ridículo. No sé cuales serán sus gustos, pero criticar de esta manera una Obra Maestra ... Y como contra-argumentación de la crítcia del mensaje de la película diré:
ResponderEliminar"La vida no es como el cine, Totó
La vida es más difícil"
Decir que en la cinta se contrapone la felicidad de la infancia con un presente oscuro es otra película distinta de la que he visto.
ResponderEliminarEl cine es el refugio de las tristezas de la vida, es la ilusión de la vida de un niño, adolescente, joven y adulto... y, en el fondo, el refugio de un pueblo donde apenas había otra cosa para dustraerse.
Una infancia marcada por la ausencia del padre; una madre que se engaña hasta que llega la fatal noticia con que el marido llegara un día, la miseria de la posguerra unida a la falta del cabeza de familia que obligan a trabajar a un niño co la vista gorda de las autoridades que no pueden ofrecer más que una mísera pensión.
Totalmente de acuerdo con la critica en contra de esta tramposa, grandilocuente y manipuladora película. Nunca me la he creído. Salvo la música de Morricone.
ResponderEliminarY no hablemos de Malena... Vaya peliculita manipuladora falta de imaginación
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