Gracia Querejeta, hija del recientemente fallecido PRODUCTOR Elías Querejeta, y directora que ha sabido crear una filmografía propia con títulos como Cuando vuelvas a mi lado (1999), Héctor (2004) o Siete mesas de billar francés (2007), ha regresado al cine con Quince años y un día, película premiada en el pasado Festival de Málaga y dedicada a su padre. El resultado es un drama esperanzador un tanto descafeinado, pero con interpretaciones destacadas (en especial de Maribel Verdú y Tito Valverde, bien arropados por las secundarias Susi Sánchez y Belén López) en donde de nuevo, la cámara de esta autora se posa en los sinsabores de las relaciones familiares.
No hace mucho que vi en el Festival Ibérico de Cinema el cortometraje Fracaso escolar, dirigido también por Gracia Querejeta y protagonizado por Arón Piper y Adriana Ozores, en el papel de hijo y madre respectivamente. En este trabajo (rodado al mismo tiempo que Quince años y un día) ya se encuentran algunos de los temas que Querejeta ha incluido en su sexto film, como las relaciones de tira y afloja entre padres e hijos adolescentes, o el pasotismo que algunos jóvenes de esta "generación perdida" tienen ante los estudios. Además, como dato curioso el corto finalizaba también a ritmo de rap. Pues bien, ni el mencionado corto me entusiasmó (me pareció más bien el prólogo de una película) ni tampoco ha logrado emocionarme este largometraje. Veamos porqué...
La película gira en torno a Jon (Arón Piper), un joven rebelde de 14 años a quien no le van las medias tintas en la vida. Jon parece estar de vuelta de todo pero tampoco podríamos considerarlo como excesivamente conflictivo (es un angelito si tenemos en cuenta a otros adolescentes de ficción o incluso de carne y hueso ). Un día el chico es expulsado del colegio una temporada y su madre (Maribel Verdú), viuda y actriz en paro e incapaz de lidiar con él, decide que solo su padre Max (Tito Valverde), un exmilitar estricto y separado que vive en la Costa de la Luz, puede enderezarlo.
El planteamiento es sencillo y parece que va a deparar en la típica relación de contrastes (empezando por el contraste geográfico) entre personajes muy diferentes, algo visto en el cine pero que si tiene fuerza sigue emocionando al espectador. Pero aquí esto no sucede en casi ningún momento (las chispas casi no saltan entre abuelo y nieto) y hacia el segundo acto la trama principal queda engullida por una subtrama más parecida a un capítulo de El comisario, la serie de tv que protagonizó el mismo Tito Valverde. Da la sensación de que el guion, para mí la parte más débil del film, ha querido tocar muchos temas en poco tiempo (el fantasma del paro también está por ahí) y no se ha explotado lo suficientemente bien (salvo en un par de escenas más emotivas) el material sensible que tiene una historia como esta, una historia con la que a priori todo el público puede sentirse más identificado (unos por ser padres, otros por ser adolescentes confusos...)
Lo mejor: Maribel Verdú (monólogo del hospital y escena con la policía hablando sobre sus hijos). El regreso de Tito Valverde (atención a la escena entre Tito Valverde y Susi Sánchez sobre porqué el primero decidió romper el matrimonio). Banda sonora. Fotografía. Sfia Mohamed, la más natural de todos los jóvenes intérpretes.
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