Nunca he sido una fanática de los videojuegos, aún hoy prefiero el cine y otras formas de ocio. Pero como media generación Nocilla pasé mucha horas de mi infancia enviciada a la consola. Me dio por Mario y cuando me cansé de su servilismo real, me pasé al erizo más famoso después de Espinete. Harta de aventuras gráficas preferí liarme a puños en Street Fighter para luego obsesionarme con las piezas del Tetris. Qué tiempos aquellos...
