Crítica Blancanieves y la leyenda del cazador

Una bella y pura muchacha, una malvada madrastra, un espejo mágico, un cazador, enanos y una manzana envenenada. Estos son los elementos principales del clásico cuento de los hermanos Grimm. Elementos que siguen vivos en esta nueva vuelta de tuerca de Blancanieves, una película correcta y espectacular en su estética, pero que no ejerce en el espectador ningún tipo de encantamiento.

"No puedo competir en belleza con mi madrastra, así que me enfado"

Eisenstein, uno de los mejores cineastas rusos, de gran influencia en el cine mundial, consideró a Blancanieves y los siete enanitos (el primer largometraje de animación) como la mejor película jamás rodada. Sus dibujantes se dejaron la piel por recrear un mundo mágico que mezclaba terror e inocencia a partes iguales. 

Aquí, nuestra Blancanieves (Kristen Stewart) ya no limpia las casitas de los enanitos. ¡Faltaría más! Ya no estamos en 1937. En vez de eso, nos la presentan como la “elegida”, la única capaz de liderar un ejército y derrocar así a la malvada reina Ravena (Charlize Theron).

Lo cierto es que Blancanieves y la leyenda del cazador se asemeja bastante a la Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton. De hecho, uno de sus productores, Joe Roth, es el mismo que produjo la vuelta de tuerca del libro de Lewis Carroll. ¿En qué sentido se parecen? Pues en que ambas son películas llamativas en efectos visuales, digitales, tienen una producción espectacular (no es para menos con tales presupuestos) pero son productos. Sus tramas carecen de alma (ya que están preconcebidas para arrasar en taquilla) y les falta más intensidad, fuerza y pasión. Ninguna quedará para el recuerdo.

Además, no son sus heroínas a lo Juana de Arco las que seducen al espectador, sino sus oponentes: las malas como Ravena (Charlize Theron), una malvada atormentada por el pasado, y que es sin duda, lo mejor del filme. Tanto que cuando ella desaparece la película vuelve a bajar el ritmo. Este personaje eclipsa por completo a Bella, perdón quise decir a Blancanieves (Kristen Stewart). Lo eclipsa en belleza y en puesta en escena. Porque, todos sabemos que la paleta interpretativa de Kristen no es muy extensa, siendo su cara de mohín y su boca entreabierta sus rasgos más característicos.

"Creo que este espejo no me dice la verdad"

Quizás sea esa estética oscura, gótica y con cierta similitud a El señor de los anillos, Juego de Tronos… una de sus claves de éxito. Lejos del colorido "Bollywood" de Mirror, Mirror, la otra versión de Blancanieves estrenada este año, en la película del debutante Rupert Sanders abundan las escenas épicas, y con un realismo sucio. El tono que predomina es serio, pesimista, sin espacio para el humor (salvo algunos chistes de los enanos). No falta tampoco el discursito a lo William Wallace ni las batallas de guerra. Pero al fin y al cabo, la estética es uno de los aciertos del filme. 

La puesta en escena es deslumbrante no así el retrato de los personajes (excepto la villana). La mayoría no consigue que nos impliquemos en su lucha, y mucho menos los masculinos que son un mero acompañamiento. Chris Hemsworth no es Viggo Mortensen en El señor de los Anillos, pero algo sí tienen en común: a ambos les favorece una capita de barro por encima.

Lo mejor: El prólogo de la historia, Ravena, la recreación del bosque encantado, el vestuario de la madrastra, la caracterización de los enanos (interpretados por actores de la talla de Bob Hoskins, Eddie Marsan…). En general, su diseño de producción.

Lo peor: Escenas cruciales del guion se resuelven de la forma más tonta (y no digo más para no spoilear).Otras escenas en cambio, están puestas porque sí (troll a lo King Kong). La copia que hace en una escena de La princesa Mononoke. Esas hadas estilo Avatar.

Nota de Cine en Conserva: Un 5.5

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